“¿Y
si digitalizamos los servicios?”, le preguntó Daniel a Paulo de manera repentina,
mientras el sonido del carbón sobre el fuego y la música, justo detrás de
ellos, evitaba que otros asistentes puedan escuchar la conversación.
Paulo,
que estaba a punto de cortar la carne recién salida de la parrilla se detuvo y
volteó a mirarlo mientras sonreía sin decir nada.
“Me
refiero a que sería interesante convertir los CarWash en digitales, como ha
pasado con los taxis y se gana un porcentaje por cada lavada o trabajo que se
haga”, terminó de explicar Daniel.
“Había
pensado en algo así pero no exactamente sobre eso, ¿sabes? Mira, estos días han
habido asaltos y le han disparado a unos cambistas, si no me equivoco murió un
señor en San Isidro… y estaba pensando en alguna manera de reducir el peligro
para la gente que cambia dinero y también para ellos. Yo cambio dinero y esto
un poco paltead...”, dijo Paulo, que fue interrumpido por Marko, que lo golpeó
con la cadera sin querer al intentar sentarse al lado.
Marko,
con un plato que rebalsaba de comida se sentó entre ellos, miró a ambos, sonrió
y soltó un “qué, por qué me miran”.
Paulo
cambió de tema diciéndole que no era nada y que si necesitaba un cuchillo para
cortar su carne. Daniel agarró su vaso y se paró a buscar un trago.
Unos
días más tarde, Daniel y Paulo estaban Barranco. Pasaron toda la mañana
corriendo tabla cuando Paulo propuso ir donde un cambista a cambiar dinero.
Después de caminar varios minutos bajo el sol con las tablas en la mano, lograron
subir al malecón pero ya cansados. No encontraron el grupo de cambistas donde
comúnmente los encontraban. Esta vez, se agrupaban un poco más a unas cuadras
del lugar.
Los
cambistas estaban nerviosos y miraban a los lados cada vez que sacaban los billetes
para cambiar. Daniel y Paulo se contagiaron de esos nervios y volteaban cada
cierto tiempo a ver si algún carro que pasaba por el lugar frenaba de golpe o
si escuchaban algún ruido fuera de lo habitual.
Daniel
le preguntó al cambista cómo iba todo ahora con estos asaltos y asesinatos, si
la policía los ayudaba, a lo que el señor que trabajaba cambiando dinero
respondió:
“Uy,
está difícil, claro, todos estamos nerviosos porque en general todo está movida
y nadie hace nada por solucionar. La inseguridad de Lima nos afecta.”
Daniel
y Paulo se miraron unos segundos hasta que Paulo le dijo que había pensado
seriamente en la idea pero necesitaba hablar con un economista para saber si
podía ser si el proyecto en mente era rentable.
Paulo
llamó por teléfono a su amigo de toda la vida, Gonzalo Chávez, un economista
egresado de la Universidad del Pacifico y donde además, profesor.
Se
juntaron en un café. Gonzalo llegó unos minutos después. Apenas llegó, Paulo le comentó acerca de
un proyecto integrador, donde él buscaba que los cambistas pasen a lo digital.
Es decir, que cada cambista en la calle pueda trabajar algún día desde su hogar
o puedan hacer otras cosas en vez de estar parados en una esquina expuestos al
peligro que a su vez se podía convertir en peligro para los clientes del mismo.
Le
dijo además, que si creaban un sistema seguro por la red (sea aplicación o
página), estaría cambiando un tipo de mercado que ya es viejo y no es tan
eficiente, pues también se pierde tiempo para ir hasta el cambista.
Gonzalo
le preguntó cómo ganarían ellos dinero, a lo que Paulo le respondió que eran
por regalías.
“¿Viste
lo que hace Uber? Algo así”, dijo Paulo.
Gonzalo
agregó una pregunta más: el no sabía si Paulo había visto la posibilidad de ser rentable o
si lo contactó para eso. Paulo solo se rió.
Gonzalo,
que entendió rápido el mensaje, le pidió unas semanas para hacer la
investigación y le dijo que tendría buenas respuestas.
El
economista buscó a Paulo antes del tiempo establecido pero esta vez, no llegó
solo. Habían agregado a un nuevo integrante al equipo, Fernando. Este último,
amigo cercano de Gonzalo y descrito por él como una de las mentes top en
números y joven economista.
Trabajaron
unos días dándole forma a la idea, viendo la rentabilidad y el público al que
apuntaban. Daniel se uniría unos días después al mostrar interés por el
proyecto y demostrando que era el indicado para conseguir alianzas con empresas
que requieren el servicio constantemente.
Pasó
un mes hasta que el equipo estaba formado y con la idea establecida. El
siguiente paso era entrar en el terreno legal. Daniel y Paulo, que no son
abogados y que no sabían hasta entonces nada sobre lo legal, tuvieron que
contactar amigos abogados, leer sobre el tema acerca de los pasos que debían
dar para que la empresa financiera pudiera funcionar.
Encontraron
una serie de trabas y vacíos legales exigidos por la SBS (Superintendencia de Banca y
Seguro) por lo que prefirieron ir directamente a ellos y presentarse. La SBS,
que no suele esperar visitas de este tipo se sorprendió e interesó en la
propuesta hecha por los jóvenes emprendedores.
Así
nació Kambista, una empresa de cambio de divisas por internet (Web y App),
formada por 4 emprendedores que decidieron buscar que las cosas se hagan, que
se logre lo que ellos buscaban. Así es como avanzaron con los trámites legales
a pesar de las trabas y demoras.
Luego
de la entrevista, la repercusión sobre la empresa fue bastante fuerte y no solo
aumentaron muchísimo las operaciones ejecutadas, recibieron la llamada
esperada por parte de inversionistas.
Hoy,
después de casi 6 meses empujando la empresa, Kambista tiene inversionistas
privados y trabaja todos los días, lo que prueba que las ideas que van de la
mano con mucha perseverancia salen adelante y uno se puede convertir en un
emprendedor desde que lucha por esa idea, desde que busca sacarla adelante.